Un día, en el expreso Soria-Monterde,
vi subir a un hombre con una oreja verde.
Ya joven no era, sino maduro parecía,
salvo la oreja, que verde seguía.
Me cambié de sitio para estar a su lado
y observar el fenómeno bien mirado.
Le dije: "Señor, usted tiene ya cierta edad;
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?"
Me contestó amablemente: "Yo ya soy persona vieja,
pues de joven sólo tengo esta oreja.
Es una oreja de niño que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:
Oigo lo que los árboles dicen, los pájaros que cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan;
oigo también a los niños cuando cuentan cosas
que a una oreja madura parecerían misteriosas..."
Así habló el señor de la oreja verde
aquel día, en el expreso Soria-Monterde.
vi subir a un hombre con una oreja verde.
Ya joven no era, sino maduro parecía,
salvo la oreja, que verde seguía.
Me cambié de sitio para estar a su lado
y observar el fenómeno bien mirado.
Le dije: "Señor, usted tiene ya cierta edad;
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?"
Me contestó amablemente: "Yo ya soy persona vieja,
pues de joven sólo tengo esta oreja.
Es una oreja de niño que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:
Oigo lo que los árboles dicen, los pájaros que cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan;
oigo también a los niños cuando cuentan cosas
que a una oreja madura parecerían misteriosas..."
Así habló el señor de la oreja verde
aquel día, en el expreso Soria-Monterde.
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